Por: 1996celta/rosafermu ( MADRID - España )

viernes, 19 de agosto de 2011

REVIEWS ( hola.com ) / OPINIONES

Caustic and endowed with a great sense of humor has learned to laugh at himself and those who judge by appeaance.  Worthy successor to Sean Connery in the role of agent la lisense to kill, never forgets his Irish origin, although the screen work in the service of Her Majesty.

James Bond

Secret agent, adventurous, cat burglar or cuckolded husband has always been to give humanity to their characters even when Hollywood pawn sometimes make "dumb rich kid

The Thomas Crown affair

After the sunset


Laws of attraction

The taylor of Panama

The greatest

Like fine wines has improved over the years is that life with his punches has been charged with child take his eyes and his boyish good...

Cáustico y dotado de un gran sentido del humor ha aprendido a reirse de sí mismo y de los que le juzgan por su aspecto. Digno sucesor de Sean Connery en el papel de agente con licencia para matar, no olvida jamás su origen irlandés, aunque en la pantalla trabaje al servicio de su majestad británica.
Agente secreto, aventurero, ladrón de guante blanco o marido engañado, ha logrado dotar siempre de humanidad a sus personajes aún cuando Hollywood se empeñe algunas veces en convertirlo en "tonto niño rico".

Como los buenos vinos ha ido mejorando con los años y es que la vida con sus golpes se ha encargado de quitarle su mirada de niño bueno  y su aspecto infantil.

( Hola.com )

sábado, 6 de agosto de 2011

BROSNAN / BOND (Informacion de La gaceta)


James Bond, el mito del eterno masculino





05-08-2011
Tras las dificultades financieras de MGM, el personaje creado por Ian Fleming vuelve a tener nuevo proyecto cinematográfico.





  • A punto de cumplir 50 años en las pantallas de cine, James Bond ha dado cumplimiento a no pocas anhelaciones masculinas: encaja perfectamente todos los martinis que le pongan, liga contando chistes malos, nadie sabe a ciencia cierta dónde duerme, cuenta con la adoración a perpetuidad de su secretaria –Moneypenny–, puede usar y destrozar todos los deportivos que le venga en gana y está perennemente en la vanguardia de los gadgets, del zapatófono a las cámaras Cyber Shot. Por si fuera poco, el presupuesto le da para realizar los viajes más inverosímiles y para frecuentar las mejores sastrerías de Roma o Savile Row, aunque sólo sea para dedicarse a esquiar, irreprochablemente, en esmoquin. En fin, nadie diría que James Bond es, al cabo, un funcionario dedicado a consolidar –siempre al servicio de Su Majestad– los beneficios liberales de la monarquía parlamentaria en un mundo de malos y siniestros.
    Con cerca de 25 películas de nombres ocasionalmente inolvidables –Desde Rusia con amor, Vive y deja morir o El mañana nunca muere–, la trayectoria cinematográfica de Bond ha llegado a opacar el fenomenal éxito editorial que tuvo en las novelas de su creador, Ian Fleming, desde comienzos de los años cincuenta, en un momento en que la Guerra Fría exigía el heroísmo tan oblicuo de los espías con las solapas de la gabardina levantadas. Fleming escribiría 14 novelas de su personaje más famoso, un hombre en buena parte alzado literariamente a imagen y semejanza de su creador: “Siempre he fumado, bebido y amado en exceso”, confesó Fleming, quien hizo que Bond se cortara el pelo en su peluquería –la egregia casa Trumper’s, en Mayfair– o usara su selecto champú de Pinaud. Incluso malos tan malos como el Doctor No darían en usar las aguas de olor propias de la gentry británica a la que perteneció Fleming por derecho y Bond por emanación: en concreto, la colonia No. 89 de Floris, establecimiento londinense de curiosa ascendencia menorquina. No menos curioso es el dato según el cual, para nombrar a su agente secreto, Fleming buscó un nombre corto, duro y masculino, y lo halló en el del naturalista americano James Bond, uno de los ornitólogos más célebres de su siglo. Como gentleman, 007 daría pie, pues, no sólo a un nutrido fetichismo sino también a no pocas excentricidades. Dos rasgos quintaesencialmente británicos, si bien se mira. En las novelas de Fleming, por cierto, Bond también sería un bibliófilo maniático, cosa que no se traslada a las películas, en el entendido, quizá, de que es una característica menos sexy que jugar al póker como los mismos dioses. Con todo, hay alguna excepción, y el Bond ornitólogo recibiría el homenaje de Pierce Brosnan, que se entretiene en leer su Birds of the West Indies hasta que ve a Halle Berry salir de entre las aguas como una epifanía, momento en el que, naturalmente, 007 deja el libro.
    A lo largo de los años, Bond ha dejado de fumar, ha alternado en su muñeca Rolex y Omega, se ha vestido con las prodigiosas cachemiras de Ballantyne y ha recurrido, en materia sartorial, a Tom Ford y Brioni (un escalofrío de caro) cuando no a alguna sastrería eminente de Savile Row. Ha acariciado los volantes de Aston Martin y de Lotus y –a la hora del baño– Daniel Craig recurrió a Grigioperla. En los pies, manufacturas de Northampton, marca Church’s.
    Ahora, de cara al próximo Bond –que ha estado a punto de anularse por las dificultades financieras de la compañía MGM–, lo discutido es quién ha de continuar la saga de Sean Connery, George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y el Bond rubio de Daniel Craig: se rumorea que podría ser Ralph Fiennes, correctamente british, o incluso el muy español Javier Bardem.